En 1991, Kurt Masur (1927- 2015) sucedía a Zubin Mehta en la dirección de la Orquesta Filarmónica de Nueva York. En esos días la revista Time le hizo una entrevista en la cual el director alemán dijo: “No quiero ser llamado un extraño…, lo importante es la maravilla que es la música”.
Así iniciaba Masur su trabajo con la OFNY que duraría 11 años y en ese tiempo le daría lustre especial, ese que tienen las mejores orquestas del mundo. Y este ícono de la música, cuyo humanismo era otra de sus características, falleció ayer a los 88 años en Greenwich, Connecticut, a causa de complicaciones del mal de Parkinson, enfermedad que anunció en 2012 que padecía. La OFNY dedicó la interpretación del oratorio Mesías, de Georg Handel, en su recital de ayer por la noche a la memoria de Kurt.
Y el otro lado de Masur es el humanismo. Él creía que la música podía sanar al mundo y, por ello, trató de aliviar con su batuta el dolor de los atentados del 11 de septiembre de 2001, con esa recordada interpretación de Un réquiem alemán, de Johannes Brahms. Años atrás, Kurt tuvo una participación relevante en la revolución pacífica que derivó en la reunificación de Alemania, tras la caída del Muro de Berlín en 1989.
En un breve comunicado, el presidente de la orquesta, Matthew Van Besien dijo: “Es con una profunda tristeza que escribo, en nombre de la familia Masur y de la Filarmónica de Nueva York, que Kurt Masur ha fallecido”.
El director, que será enterrado en la intimidad aunque más adelante se realizará un memorial público, estaba casado, tenía cinco hijos y nueve nietos, a los que la Orquesta Filarmónica expresó, a través de Van Besien, “su pésame”.
El gran director de orquesta que transformaba las notas, la melodía y el ritmo en poesía, visitó México en varias ocasiones. La primera fue en 1980, cuando era director de la orquesta Gewandhaus de Leipzig y otra importante fue en 1997, como director de la Filarmónica de Nueva York.
VIAJE. El periplo de Masur en la música lo llevó a dirigir la OFNY, cuya designación causó polémica y extrañeza. Sin embargo, ya había impresionado a críticos y músicos antes de su debut, el 11 de septiembre de 1991. Ese día, el director alemán condujo a la OFNY a ejecutar un programa con obras de Bruckner, John Adams y Aaron Copland, el cual fue muy celebrado.
El actual director de la orquesta, Alan Gilbert, señaló que los años de Masur al frente de la Filarmónica representaron “una de sus épocas doradas, en la que la realización de música se unía al compromiso y la devoción, con la convicción en el poder de la música para hacer que la humanidad estuviera más unida”.
“Las dimensiones ética y moral que él (Masur) puso en su forma de dirigir aún se pueden palpar cuando los músicos tocan”, agregó Gilbert, quien aseguró que siempre le estará agradecido por el apoyo que le prestó en sus inicios cuando aún era estudiante.
Tras sus 11 años con la Filarmónica de Nueva York, Masur fue nombrado en el 2000, director principal de la Orquesta Filarmónica de Londres, y en 2002 director musical de la Orquesta Nacional de Francia, con la Filarmónica de Dresde y director principal de Música de la Ópera Cómica de Berlín (1960-64), por citar sólo algunos de sus trabajos.
A lo largo de su carrera grabó más de cien álbumes, entre los que se incluyen las sinfonías de Beethoven o el Paulus de Mendelssohn, además de gozar de gran reputación como intérprete de composiciones románticas
HUMANISMO. Kurt Masur, director musical emérito de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, creía que la música podía sanar al mundo y parte de su legado es un apoyo al mundo a purgar algunas de las mayores tragedias de su historia, como los ataques contra las Torres Gemelas de Nueva York.
Unos días después del 11 de septiembre, día de los ataques terroristas contra Estados Unidos, Masur dirigió a la OFNY en la interpretación de Un réquiem alemán, de Johannes Brahms. Los familiares de los bomberos y policías que habían fallecido en los ataques terroristas, asistieron vestidos de negro.
La actuación musical fue retransmita en directo por la televisión pública, sirvió para consolar a los estadunidenses cuando más lo necesitaban y puso sobre la mesa la creencia de Masur de que “la música puede hacer grandes declaraciones y curar heridas”, según recogió entonces The New York Times.
En un tiempo, Masur fue defensor del gobierno de Erich Honecker; sin embargo su cercanía terminó en 1989 cuando apoyó las manifestaciones antigubernamentales en Leipzig. Firmó un llamamiento de paz, junto con algunos dirigentes locales del Partido. Y desde entonces su papel fue muy activo en la revolución pacífica que propició la caída del muro de Berlín y del régimen comunista de la RDA.
“Director de orquesta de la unidad”, tituló su reportaje sobre Masur la primera cadena de la televisión pública alemana, mientras todos los medios del país se hacían eco de la muerte de uno de sus artistas más universales.
“Los méritos de Kurt Masur en la música clásica y su aportación a la revolución pacífica nunca caerán en el olvido”, subrayó el gobierno alemán.
Perfil
Nacido en la localidad de Brieg en 1927, Masur comenzó su larga carrera musical en la República Democrática Alemana (RDA), Alemania del Este, como director de orquesta del Teatro de Halle (1948) y como maestro de Capilla del Teatro de la Opera de Erfurt. A lo largo de su vida, grabó más de cien álbumes, entre los que se incluyen las sinfonías de Beethoven, el Paulus de Mendelssohn y las Cuatro últimas canciones de Richard Strauss.
Con su muerte, el mundo pierde no sólo a un gran director de orquesta, sino a un erudito convencido de que la música tiene unas dimensiones morales y éticas que la convierten en la mejor expresión de la humanidad, en todas sus formas, también en los más dolorosos momentos de transformación.