Algunos lectores sabrán que soy irredento aficionado al cine nacional, a pesar (o tal vez por razón) de la enorme cantidad de producciones fallidas que en él se genera. Y aunque la experiencia prueba lo contrario, mi optimismo me hace pensar que, entre el aglutinamiento de clichés y cansadas posturas artísticas, ocasionalmente se pueden encontrar obras que trascienden sus respectivos géneros debido a su inusual inteligencia, tal como sucedió este año con Las Horas Contigo, En el Último Trago, Hilda o Elvira te daría mi vida, pero la estoy usando.
600 millas, ópera prima de Gabriel Ripstein (no confundir con su ya legendario padre Arturo) prometía ese algo que la diferenciaría, pero la triste verdad es que su ambición excedió sus logros reales. Trataba de ser audaz, pero resulta innocua; buscaba emociones reales, pero sólo consigue situaciones inverosímiles; quería impactar, pero no obtiene más que indiferencia.
Tal vez estoy siendo injusto con 600 Millas, pero luego de sus premios en festivales internacionales, y de su notable elenco, yo esperaba más.
La trama gira alrededor de Arnulfo (Krystian Ferrer) un joven de Sinaloa quien está iniciándose en el tráfico de armas de Estados Unidos a México, con ayuda de su colega Carson (Harrison Thomas). De ese modo, los chicos son vigilados por Hank Harris (Tim Roth) un veterano agente de la ATF (Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos). Entonces la situación se sale de control cuando Harris al intentar arrestar al joven Arnulfo, es noqueado por Carson, y en lugar de huir, Arnulfo toma la extraña decisión de secuéstralo, atravesar las 600 Millas que conforman la ruta de Tucson a Culiacán y entregárselo a su tío Martin (Noé Hernández), un líder menor dentro de un cartel. Sin duda, este incidente unirá de algún modo la vida de estos dos hombres, donde a lo largo de las dieciocho horas de su recorrido, entenderán que quizá la única manera en que podrán salir de ahí con vida será confiando el uno en el otro.
No se puede negar que esta cinta llega de manera oportuna. Desde hace un par de años ha existido una constante por abordar la tensa relación entre México y Estados Unidos a través del crimen organizado con cierto grado de sorpresa y amarillismo, pero dado que las realidades resultan sumamente ambiguas y caóticas, creo que han excedido incluso la imaginación de sus realizadores, por lo que da la impresión de que ya no quedan muchos temas que parezcan ingeniosos o envueltos en escándalo. Tomando eso en cuenta, 600 Millas es un tanto lenta y torpe, con un guión que simplemente utiliza dicha situación, para entregarnos una visión intimista enfocada a un par de personajes en su lucha por sobrevivir a una situación límite.
En ese sentido, es preciso mencionar que al final existe una revelación que de algún modo cambia la perspectiva de la cinta, pero no lo quiero revelar, para que los pocos que decidan arriesgarse tengan algún consuelo luego de perder una hora veinte viendo 600 Millas. Baste con decir que esta película pudo ser un hito en el género, algo así como un cierre con broche de oro, pues, aunque hay escenas tensas (como las secuencias iniciales donde vemos la facilidad de comprar armas en Estados Unidos o bien un repentino y frio enfrentamiento en un bar improvisado), el resultado final es poco satisfactorio, sintiéndose como una oportunidad tristemente desperdiciada.
Parte de la culpa recae en los actores; habiendo reunido un elenco internacional, Ripstein los abandona con diálogos huecos y acciones donde los protagonistas toman decisiones absurdas, cuyo único propósito es orillarlos a eventos algo arbitrarios y totalmente innecesarios, lo cual más que impulsar la historia, la arrastran pesadamente, hasta la esperada conclusión. Roth y Ferrer han mostrado su verdadero talento en otras películas, donde su energía los hace carismáticos e interesantes (aunque Roth parece repetirse a sí mismo por enésima ocasión). No así en 600 Millas, donde no muestran vida o humanidad.
Finalmente, 600 Millas me resultó una desilusión doble; primero por la expectativa creada gracias al equipo creativo frente y detrás de esta producción nacional, entre los que destacan también el productor Michel Franco, y en segundo lugar, por tratar un tema tan llamativo como lo es el tráfico de armas pero sin contemplar las distintas redes de corrupción que envuelve la relación entre México y Estados Unidos. Tal vez el propósito de la cinta era enfocarse más en la psicología de los personajes, pero en ese aspecto tampoco funciona, ya que son planos y profundamente estúpidos en su accionar. Finalmente creo que esta película sólo será de interés para los más ávidos completistas del género y para las más fervientes admiradoras de Tim Roth.
De cualquier forma, soy optimista y le deseo más suerte a Ripstein en sus futuros proyectos. Creo que este director tiene talento, pero haría bien en respaldarse por mejores guionistas.
Por Cuauhtémoc Ruelas
Twitter: @esquinadelcine
Visita la página j.mp/EsquinaDelCine
0 comments