¿Cuatro buenas películas mexicanas en poco menos de dos meses?, ¿por fin se estará encontrando la clave para redimir por completo el cine de corte comercial en nuestro país? Si es así, es hora de que el público que ha perdido la fe hacia las producciones nacionales, así como aquellos que aun la tenemos nos regocijemos. Pero claro que será necesario fingir amnesia en lo que respecta a Más negro que la noche, pero bueno… cuatro de cinco no está nada mal. De cualquier modo me da mucho gusto que el cine mexicano se esté preocupando por encontrar mejor material para llevar a las pantallas, y aunque Paraíso no es perfecta (como tampoco lo han sido Guten Tag Ramón, Cantinflas y Amor de mis amores), nos da la oportunidad de disfrutar de una opción más dentro de la cartelera en nuestra ciudad.
A primera vista, Paraíso parece una comedia romántica más dentro del actual cine mexicano, simplona y poco relevante. Aunque en realidad, es una buena historia con un buen mensaje, que hace uso de los más esenciales atributos del género como marco para observar temas como, las relaciones matrimoniales, la vida moderna y la idealización de la forma física, a través de la problemática de la obesidad.
La historia se centra en Carmen (Daniela Rincón) y Alfredo (Andrés Almeida), un matrimonio joven que vive en Ciudad Satélite. Ambos son obesos, pero llevan una relación muy estable, divertida, rodeados de muchos amigos y familiares que los aman, realmente un paraíso. En ese contexto Alfredo recibe una gran oportunidad de trabajo que los obliga a mudarse al estresante Distrito Federal, donde la vida es más acelerada. Una vez ahí y en un entorno ajeno a la pareja Carmen comienza a sentirse presionada por su figura por lo que convence a su esposo de iniciar una dieta. En su intento por bajar de peso Carmen se ve imposibilitada de cumplir su meta mientras Alfredo lo logra casi de inmediato. Esta situación aunada a las nuevas amistades que Alfredo está formado, comienza a resquebrajar su matrimonio, impactando su armónica relación.
La estructura básica de la película es mostrarnos a través de diferentes situaciones, algunas humorísticas otras, no tanto, el paulatino desgaste entre los protagonistas, cada uno expresando su opinión y tratando de prevalecer en un medio que les es ajeno. En estos casos hace falta un buen guión y mejores actores para mantener el interés, especialmente considerando que el público contemporáneo está muy malacostumbrado por los frenéticos estilos que visten al cine actual, buscando relevancia o interés donde no lo hay.
Afortunadamente, Paraíso sobresale en esos dos aspectos; el guión, de Mariana Chenillo, es lo suficientemente bueno en su forma y fondo. Los diálogos son sumamente naturales, los razonamientos válidos y el ritmo perfecto. Tal vez la motivación de los personajes resulta en un principio forzada, pero conforme avanza se hace lo suficientemente plausible para entenderlos, y sus acciones son lógicas y consistentes en cuanto a sus personalidades. Como directora, Chenillo ha ensamblado un elenco de primera línea compuesto no por “estrellas” del actual cine nacional, sino por un par de actores que aportan su gran talento al guión. Tanto Daniela Rincón como Andrés Almeida como la pareja protagónica son totalmente creíbles logrando incorporar a sus personajes los valores y tonalidades de dos jóvenes, que se aman profundamente, al mismo tiempo que tratan de adaptarse a sus nuevas actividades, sin dejar de lado un tono muy agradable que los hace muy simpáticos para el público. Por su parte Luis Gerardo Méndez interpreta a un divertido motivador para personas con sobrepeso, con la natural arrogancia que ese papel confiere.
Hay muchas personas que tienden a ver este tipo de películas como meros ejercicios en indulgencia hacia la vida en pareja. Cerca del final de la película se dan una serie de eventos que desafortunadamente caen en el conveniente final romántico de costumbre. Sólo faltan fuegos artificiales para acompañar la rimbombante música pop que envuelve a toda la película. Pero aunque puede resultar ridículo para el público general, dicho final es innegablemente satisfactorio porque lo realza todo. Además no debe perderse de vista que el válido mensaje de la cinta no es la exaltación de la vida lejos de la modernidad, sino la crítica de sus aberrantes e injustas presiones sociales.
Una cinta emotiva y enormemente entretenida, gracias al fino guión y a las extraordinarias actuaciones, donde el mensaje de auto-estima que propone es más importante que las fallas narrativas o estilísticas que la obra pueda presentar. Se las recomiendo plenamente.
Por Cuauhtémoc Ruelas
Twitter: @esquinadelcine