Shadows in the night es menos un tributo a Sinatra que un sucesor tardío de los dos discos en solitario de versiones folk y blues que Dylan grabó en 1992 y 1993, Good as I been to you y World gone wrong. Autumn leaves y What I’ll do, de Irving Berlin, son el tipo de canciones para chicas que seguramente Dylan tocó en fiestas de instituto con su grupo en los 50. Ya tocaba That lucky old sun (que Frankie Laine llevó al número 1 en 1949) en directo a principios de los 90, pero no es para sorprenderse: su dolor casi suicida se parece bastante al del Broke down engine de Blind Willie McTell, que incluyó enWorld gone wrong, o al de Love sick, del propio Dylan, publicada en su disco Time out of mind de 1997.
Lo más sorprendente en este disco es, sin duda, la forma de cantar de Dylan. Su enfoque y su dicción, tras años de cultivada aspereza, evocan aquella elegancia y claridad de John Wesley Harding yNashville skyline, discos retrospectivos y sobrios de finales de los 60. Hay una extraña paciencia rítmica en la forma en la que aguanta las palabras y las notas sobre las apenas audibles marcas de tempo. No es la forma de cantar de un crooner, sino la de un maestro del suspense: Dylan, a sus 73 años, sigue teniendo la suerte de su lado en su búsqueda de nuevas lecciones, nuevos matices y consuelo en historias bien contadas.
Han pasado más de 50 años desde que Ringo se declaró fan de Beethoven –“especialmente de sus poemas”–. Pero durante todo este tiempo, ha reinado como uno de los más amados sabios del rock. Postcards from paradise es un magistral resumen de todo lo Ringo: sus gracias, su descaro, su sabiduría.
Cuenta con un poco de ayuda de viejos amigos como Joe Walsh (Eagles) y Todd Rundgren –no busques a Kanye ni a Rihanna por aquí– y fabrica la canción titular a partir de ocurrencias con versosbeatlelianos. La mejor es Rory & The Hurricanes, donde celebra su primera banda, cuando él era una estrella en Liverpool y los otros tres Beatles unos don nadie.
No hace falta conocer en persona a Leo Mateos (compositor, guitarra, teclados y voz) para saber que se juega mucho con este disco. Nudozurdo siempre ha sido un grupo que parecía andar por la cuerda floja.
Para este inesperado regreso, los madrileños (ahora trío, con Meta al bajo y Ricky Lavado a la batería) cambian su sonido y se zambullen en los juegos de sintes y electrónica que su líder había ido probando en su formación paralela, Acuario. El giro es valiente y el álbum suena bien, pero más allá de El grito se echan en falta más cortes que irradien esa adictiva distinción que siempre acompañó a la banda.
Si James Murphy apadrinó la revisión disco-punk de principios de los 2000, Julie Campbell es la guardiana de su esencia. Natural de Manchester –raíz junto con Bristol y Nueva York del brote original del estilo gracias a Martin Hannett y A Certain Ratio–, Campbell absorbe las raíces del mismo en su segundo álbum en solitario, que fue precedido por una colaboración con el ex PiL Jah Wobble.
Hinterland se vale de los bajos cavernosos a lo Liquid Liquid, las guitarras estresadas de los primerosTalking Heads y las estrategias menos ruidistas de Pop Group, para convertir en presente un pasado que en su momento sabía a futuro.
Rolling Stones España