“LA DICTADURA PERFECTA”

Por si no lo sabían, debo confesar que soy gran aficionado de las películas de Luis Estrada, principalmente de sus virulentas comedias donde satiriza al gobierno nacional de los últimos dos sexenios como La Ley de Herodes, Un Mundo Maravilloso y El Infierno. Podrán ser muy tendenciosas en su contenido, pero el ingenio tras sus diálogos y ácido humor, además de su enorme calidad de producción compensa cualquier falla que pudieran tener.
Esas cintas forman parte de un universo narrativo persistente y bien estructurado, que se basa en las preocupaciones que el director tiene hacia el sistema político de nuestro país. Sin ser propiamente secuelas una de otra, hay historias, personajes y actores recurrentes en las películas, y aunque tal vez esa práctica comenzó como un chiste privado, eventualmente se transformó en el “pegamento” que une las obras del autor en un todo coherente y complejo.
Por eso, cuando Estrada anunció que La Dictadura Perfecta sería su nuevo proyecto donde ahora atacaría a los polémicos medios de comunicación y su relación íntima con el poder, los fanáticos experimentamos cierta emoción.
Y ahora que he visto la película, me doy cuenta que tal emoción no estaba totalmente justificada. Lamentablemente, en esta ocasión Estrada y su equipo de trabajo no tuvieron la convicción (o el valor) necesario para inflamar de verdaderas ideas el contenido de su historia, pues si bien sus intenciones emulan a las de sus predecesores, el mensaje mismo llega tan diluido que apenas causa leves risas y blanda aceptación.


La película se desarrolla a partir de un error cometido por el presidente de la república (Sergio Mayer), quien tras una declaración embarazosa con el embajador de los Estados Unidos, comienza a ser evidenciado a través de las redes sociales como el torpe gobernante que es. Inmediatamente los asesores del presidente solicitan una vez más apoyo de la televisora más poderosa en el país quienes intentaran desviar la atención de su error revelando un video que involucra crímenes del Gobernador de Durango, Carmelo Vargas (Damián Alcázar), con un poderoso narcotraficante de la región. Por ello, y ante la mala reputación que ya trae a cuestas, el gobernador decide negociar con dicha televisora para cambiar su imagen, convertirlo en una estrella política y de paso armar el camino por la carrera presidencial. Es así que se encomienda al joven productor Carlos Rojo (Alfonso Herrera) y el reportero estrella (Osvaldo Benavides) la tarea de limpiar la imagen de Vargas. De ese modo, se irá desentrañando todos los vericuetos que involucran a los medios de comunicación con las líneas del poder político en nuestro país.
En estos tiempos resulta muy fácil burlarse de la política en México porque a todas luces es un sistema absurdo e hipócrita que promueve la desvergüenza, el oportunismo y la impunidad. Sin embargo, uno hubiera esperado que el guion de Estrada y Jaime Sampietro tendría más cosas que decir sobre lo que acontece en la actualidad, tomando en cuenta los antecedentes presentados con las ya mencionadas La Ley de Herodes, Un Mundo Maravilloso y El Infierno. Y ese es precisamente el problema principal con esta cinta: no llega tan lejos como debería (o para el caso como prometía en su campaña promocional), reduciéndose a reciclar los mismos chistes y situaciones que hemos visto en distintas sátiras y parodias incluso de la radio y televisión. Como ejemplo se podría mencionar el divertido show radiofónico El Weso, donde diariamente se realizan ingeniosas parodias de los excesos y contradicciones de nuestros gobernantes, incluso con mayor sentido del humor.
Eso da como resultado que la supuesta sátira resulte tan amable y conciliadora que pierde toda credibilidad como crítica social y política. Los personajes son tan simpáticos como amorales, de tal modo que la obra nunca alcanza el tono cínico, ácido y amargo de los más incendiarios (y mejores) ejemplos del género, provocando al mismo tiempo que la historia se arrastre perezosamente, empleando conflictos forzados y situaciones repetitivas en su búsqueda de risas, (¿cuántas veces tenemos que ver al gobernador Vargas, así como sus colaboradores, acompañados de prostitutas y sobornando gente para establecer su corrupta personalidad?).


Hay que aclarar, sin embargo, que aunque los temas globales de la película se quedan cortos, la sátira más íntima y personal resulta interesante gracias a los bien construidos personajes y a los hábiles actores que los interpretan. Alfonso Herrera ha mejorado bastante en su faceta actoral, y realiza un buen trabajo como el joven productor que desea ganar prestigio dentro de su empresa, y que no se detendrá ante nada para lograrlo. El habitual Damián Alcázar personifica con gran precisión al cínico gobernador que únicamente busca su beneficio; Osvaldo Benavides y Saúl Lisazo representan fielmente una caricatura de Carlos Loret de Mola y Joaquín López-Dóriga respectivamente, y aunque quizás exageran un poco con la comedia, su desempeño es bastante energético. Joaquín Cosío como el líder opositor es efectivo; y finalmente Tony Dalton emula perfectamente a un directivo de la televisión de baja moral pero elevada simpatía.
Son esos personajes (y actores) lo que rescata a La Dictadura Perfecta, no por su labor crítica y satírica, sino por el eficiente trabajo como cineasta de Luis Estrada que supo integrar un buen elenco. Aún así no estoy seguro de que las escasas risas que provoca la cinta o las actuaciones bastan para compensar su general falta de vigor e impacto. La dictadura Perfecta pudo ser delirante, subversiva y controversial; un genuino manifiesto en contra de las prácticas y contubernios que la televisión mantiene con el gobierno a base de manipulación; sin embargo, prefirió ir por el camino seguro sin ofender a los sujetos de su análisis. Imagino que ninguno de los involucrados estaban preparados para bloquear sus respectivas carreras; no podemos culparlos, pero sin duda queda la amarga sensación de que esta vez Estrada y su equipo nos tomaron el pelo, cayendo víctimas de su propio peso y ambición.

Por Cuauhtémoc Ruelas
Twitter: @esquinadelcine