Con algunos meses de retraso llega La Bruja a nuestras pantallas de cine, auspiciada por excelentes críticas en festivales internacionales, así como una buena respuesta por parte del público norteamericano.
Y no es de extrañar… a primera vista parece que La Bruja será un refrito más del venerable cliché “ente maligno acechando a un grupo de personajes aislados”, (en este caso una familia) pero la realidad es mucho más compleja, lo cual tal vez aburra a los fanáticos casuales del terror más formulaico, al mismo tiempo que los elementos fantásticos de la cinta pueden quedar fuera del gusto de los aficionados al cine de arte.
Sin embargo, es precisamente esa inusual mezcla estilística que convierte a La Bruja en una rara película de horror que manifiesta una extraordinaria profundidad al examinar el desmoronamiento de una familia debido a causas mundanas y tal vez paranormales, en una época donde la ignorancia, la superstición y el miedo eran presa de la sociedad.
La trama se desarrolla en 1630, con el extremismo religioso resonando en la conciencia colectiva y en el comportamiento de las personas. Ahí conocemos a William (Ralph Ineson) padre de una familia de colonos, que son excomulgados de su congregación en una plantación. De ese modo William se establecen en pleno bosque con su esposa y sus cinco hijos. No obstante, las creencias populares, dicen que este bosque está controlado por un mal sobrenatural. Pronto comenzarán los fenómenos inexplicables: la tierra deja de ser fértil y uno de los hijos desaparece sin dar señales de vida, mientras que otro de ellos es posible que sufra una posesión demoníaca. Ante este panorama desolador, la familia acusa a su propia hija de ser una bruja. Así, todos estos factores culminan en una serie de eventos extraños, que cambiarán a la familia para siempre.
Sin los elementos paranormales, La Bruja sería un tenso drama que examina de manera sutil el efecto de la represión emocional en un ambiente familiar, así como del contexto histórico que nos presenta. Las actuaciones son intensas pero muy controladas y, sin grandes aspavientos, el talentoso elenco expresa perfectamente su estado emocional. Sin embargo, el “factor x” está definitivamente presente, lo cual eleva el impacto de la cinta, y la lleva a un nivel distinto, donde el suspenso radica en cuestionar la realidad objetiva de los hechos. ¿Existe realmente una bruja en el interior del bosque, o sólo una manifestación de culpa o angustia humana? ¿Son las alucinaciones reales, o meras fantasías causadas por la ignorancia?
Afortunadamente el director Robert Eggers deja ciertos elementos ambiguos, provocando que el espectador arme su propia versión de los hechos especialmente al final de la cinta, donde el excelente suspenso se ve fortalecido por una serie de imágenes altamente perturbadoras, logrando ser una estupenda mezcla de terror visceral y estudio psicológico.
Por su parte el extraordinario trabajo de fotografía y ambientación contribuyen enormemente a la atmósfera de angustia alrededor de la película. Los escenarios, casi minimalistas, reflejan no sólo la frugalidad de la familia, sino su simpleza moral e intelectual. Y la música, de Mark Korven, complementa perfectamente el solemne tono y las siniestras locaciones.
Por ello e independientemente de las conclusiones que saque el espectador, o lo satisfactorio que encuentren esa mezcla de drama y terror psicológico, hay que reconocer la excelente labor de Robert Eggers como guionista y director, así como su astuta manipulación de nuestra percepción. Disfruto mucho el cine como mero entretenimiento, pero es mucho más satisfactorio encontrar una obra que nos recuerde por qué se le llama “arte” a esa disciplina, y espero no estar usando hipérbole cuando afirmo que La Bruja es una de esas raras obras. Entiendo que no será para todos los gustos, pero ¿no es esa una de las mejores cualidades del arte? Su interpretación es parte de su esencia, y sobra decir que eso no ocurre todos los días en los cines modernos. Cada quién sabrá si se arriesga, pero sea cual sea la opinión final, es indudable que se trata de una experiencia que no se debe de pasar de largo.
Por Cuauhtémoc Ruelas
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