Arqueología del futuro

Ocasión para festejar y recordar, Radio unam cumplió 78 años el pasado 14 de junio de 1937 y Monsiváis cinco años de su fallecimiento. Una serie de 11 programas de José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis sobre El mundo de la ciencia ficción y que Radio unam pone a disposición del público.

por Lefteris Becerra

Ecos del pasado

Aunque en nuestro idioma no faltan obras de referencia sobre la ciencia ficción literaria, también es un hecho que no se dispone de esas fuentes con la facilidad con que los seguidores del género desearían. Sin embargo, existen materiales relativamente accesibles como el que acercamos a los lectores interesados, una producción presentada en 1964-1965, repuesta en versión contemporánea por Radio unam.

El mundo de la ciencia ficción es una serie radiofónica escrita y realizada por José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis que fue originalmente transmitida entre el 11 de diciembre de 1964 y el 19 de febrero de 1965[1]. El segundo fue un colaborador asiduo de la radiodifusora, de modo que al cumplirse su primer aniversario luctuoso, se retransmitieron algunas de las series de su creación. El caso de la que nos ocupa es singular porque se trata de intervenciones sonoras de Emiliano López y Rodrigo Hernández quienes, como dice la cortinilla de presentación, “adicionaron ambientaciones, efectos y procesos digitales” para su transmisión en 2011, es decir, se trató de una “puesta al día” del material sonoro original[2].

Con la idea de rememorar a los dos escritores y contribuir a la difusión y estudio de sus obras, nos propusimos recuperar para un público más amplio el trabajo de colaboración que realizaron sobre la ciencia ficción, proponiendo a la radiodifusora universitaria el agregar a su página electrónica dicha serie, de modo que los 11 programas que integran El mundo de la ciencia ficción puedan ser escuchados a placer por los interesados. Con tal fin, acudimos a las instalaciones de la institución universitaria para persuadir a sus directivos y desde entonces se encuentra disponible[3]. Sirva este texto pues, de marco y guía para el disfrute del trabajo de Monsiváis y Pacheco.

Aunque buena parte de la obra publicada por los dos intelectuales está dedicada a la labor de difusión cultural de temas literarios, son escasos si no inexistentes, los relacionados con la ciencia ficción. Sin embargo fue el propio José Emilio Pacheco, en un texto publicado al día siguiente del fallecimiento de Monsiváis (La Jornada, 20 de junio de 2010), quien recordó su primer encuentro con el nombre de quien poco después se convertiría en su amigo y colaborador: “Lo descubrí en Medio Siglo, donde publicó dos ensayos deslumbrantes, uno sobre novela policial y otro acerca de ciencia ficción.”[4]

El segundo de esos textos apareció en 1958, en la segunda época de la revista Medio Siglo, publicación de estudiantes de la facultad de derecho de la UNAM, por cuya redacción pasaron nombres que luego se convertirían en referentes de la cultura mexicana, como los de Carlos Fuentes, Porfirio Muñoz Ledo, Juan Bañuelos, Salvador Elizondo, Víctor Flores Olea y Sergio Pitol.Aunque los temas de derecho ocupaban casi todas las páginas del título referido, contaba con un espacio dedicado a aspectos culturales en el que incidieron quienes más tarde sería bautizados por Wigberto Jiménez Moreno como la Generación de Medio Siglo[5].

Una de las características de ese grupo literario fue la amplitud de sus inquietudes, su ánimo cosmopolita, su rechazo a permanecer dentro de los límites impuestos por la temática rural y revolucionaria. Los dos ensayos de Monsiváis referidos por José Emilio Pacheco que aparecieron en las páginas de Medio Siglo son una muestra de ese espíritu pues los géneros policiaco y de ciencia ficción tienen sus muestras más emblemáticas en literaturas de lenguas extranjeras.

El ensayo de Monsiváis sobre la ciencia ficción[6] inicia con un tono de sátira, adoptando una perspectiva irónica (“Estas breves notas fueron redactadas a raíz de mi último viaje a la Tierra, poco antes de que fuera deshabitada para siempre”); se convertiría en la base para el guión de la serie radiofónica producida por ambos escritores seis años más tarde. Algunas de sus frases incluso se citan textualmente y se podría decir que el ensayo y la serie radiofónica son documentos inseparables, pues la segunda es una derivación del primero, y éste contiene informaciones y motivos que no están en los programas radiales y anuncian el estilo humorístico usado por Monsiváis en su prolífica presencia en un sin fin de publicaciones periódicas.

Por lo que toca a José Emilio Pacheco, resulta interesante que aunque en su creación literaria la ciencia ficción es un género al que no ha dedicado ninguna de sus principales obras, el análisis de la serie nos puso en la pista de por lo menos un cuento que data del mismo año del inicio de las transmisiones de la serie, 1964. El décimo episodio aborda una de las cuestiones palpitantes de la guerra fría, el temor a una tercera guerra mundial dominada por las armas nucleares, lo que ejemplifica con el cuento corto, “Shelter” escrito, se nos dice, por Boyd Kopeck.

Aunque se afirma que se trata de un texto traducido al español por primera vez, en realidad es un cuento escrito por José Emilio Pacheco con ese seudónimo, lo que el propio escritor se encargó de relatar en la nota introductoria que abre el volumen que reúne sus primeros esfuerzos literarios, La sangre de Medusa (Ediciones Era, 1990)[7].

De este modo, la serie resulta un atractivo objeto de estudio para los especialistas en las obras de Monsiváis y Pacheco, lo mismo que para los interesados en la Generación de Medio Siglo, en la ciencia ficción y la literatura en general. Mientras que para el gran público es un material muy atractivo, realizado por dos de las figuras intelectuales más populares de su generación, que demuestra su versatilidad y la amplitud de sus intereses y conocimientos, que sin duda, a pesar de los casi 50 años que nos separan de su primera difusión, sigue siendo una introducción muy pertinente y adecuada al mundo de la ciencia ficción para quienes desean internarse en él.

A continuación presentamos una guía de los 11 episodios con el fin de adelantar al lector interesado lo más relevante de su contenido así como subrayar los valores que convierten a la serie en motivo de placer estético así como en importante referente por las informaciones que aporta.

Guía de El mundo de la ciencia ficción (1964-1965)

La serie declara su intención desde el inicio, desde la cortinilla de presentación: mostrar un panorama de la ciencia ficción en 11 programas, un recorrido por “sus orígenes, sus grandes creadores, sus mejores muestras breves”. Monsiváis y Pacheco abren con la mención de una de las características definitorias del género: por fantástico que parezca, parte siempre del cuerpo íntegro del conocimiento para especular, sin violentar el marco de lo racional y lo posible. En este sentido se opone a la fantasía literaria que admite en su base, una o más premisas falsas.

A continuación ofrecen un recorrido por los orígenes de la ciencia ficción. Aunque se hace una interpretación radiofónica por parte de algunos de los actores que trabajaron para la serie, de un pasaje de la Biblia y se menciona un cuento de un escriba egipcio, serán cinco las referencias destacadas, tres de la antigüedad clásica y dos del siglo xvii europeo. Lo que tienen en común esas obras escritas por Plutarco[8], Luciano de Samosata[9], Johannes Kepler[10] y Francis Godwin[11] es que se trata de viajes lunares, uno de los temas clásicos de la ciencia ficción.

La segunda emisión está dedicada a los dos padres reconocidos del género: Julio Verne y H.G. Wells. Antes de hacer el obligado repaso por la vida y obra de estos escritores, se mencionan varios libros importantes para la ficción científica que les anteceden: El descubrimiento de un mundo en la Luna (1638) de John Wilkins, Los viajes a los Estados de la Luna y el Sol (1657 y 1662) de Cyrano de Bergerac, Micromegas (1752) de Voltaire, El año 2000 de Réstif de la Bretonne[12], Urania (1890) de Camille Flammarion y Mirando hacia atrás 2000-1887 (1888) de Edward Bellamy.

Empero, a Verne y a Wells pertenecen las mejores obras del género. El primero, “si no fue el creador de la ciencia ficción, es sin duda el que la conduce hasta sus formas modernas”. Lo que sobresale de ambos escritores es su talento: de Verne su prisa y pasión por los viajes hacia todos los destinos imaginables; a Wells se deberían, al mismo tiempo, lo mejor de la ciencia ficción, su capacidad imaginativa, y lo peor, todos los vicios y limitaciones del género, ante todo su visión maniquea y su uso burdo de la literatura como vehículo de crítica social.

Una de las amonestaciones frecuentes a la ciencia ficción era la de estar constituida por una prosa ilegible, el descuido inexcusable de la forma literaria de la mayoría de sus obras. Bajo el argumento de que “es un juego de la imaginación” y las imágenes que sugiere son lo importante, “no el modo en que se expresan”, se contribuyó al desprestigio del género. El propio H.G. Wells descuidó la forma[13]; La guerra de los mundos (1898) es importante por su carácter profético, no por su estilo literario. La tercera emisión trata de modo frontal lo que sus creadores llaman el talón de Aquiles del género: “preocupados en obtener la validez imaginativa, sus cultivadores han olvidado o desdeñado la integridad formal.”

Lo que se presenta en la tercera entrega de la serie es el caso de Ray Bradbury, como excepción a la regla de la mala calidad de la ciencia ficción, en especial desde la publicación de su tercer libro y primera incursión en ella, Crónicas marcianas (1950), que lo estableció como uno de los mejores exponentes del género, pues su calidad imaginativa se presenta bajo un extremado cuidado literario. Dado que este episodio se transmitió la navidad de 1964, Pacheco y Monsiváis eligieron un relato del escritor de Illinois con ese tema, en la tradición del Cuento de Navidad de Dickens, proyectada a la era de los viajes espaciales. “El regalo” es el más breve de la colección de cuentos titulada Remedio para melancólicos (1960).

En el cuarto programa los autores relatan que en un viaje a Nueva York en el que conocieron al autor de Fahrenheit 451, éste les presentó al satírico estadounidense E. B. White, autor de un relato de ciencia ficción que aborda otro de sus temas centrales, la conquista de la Tierra. “La supremacía del Uruguay”[14] lo asume bajo la variante de la eterna lucha de las naciones, con el interés para los hispanoparlantes de América de que el cuento del escritor del New Yorker imagina un futuro dominado por la nación sudamericana.

Algunos aspectos de “La supremacía del Uruguay” son destacables. Aunque de un modo satírico, White se anticipa al uso de los medios masivos de comunicación por parte de los estados modernos para engatusar a sus poblaciones con propaganda, como lo harían los nazis poco después. Por otra parte, la idea de la conquista del resto de las naciones a cargo de Uruguay a través de un mensaje sonoro repetido sin cesar, presenta una ocasión radiofónica extraordinaria, lo que aprovechó bien Rodrigo Hernández en su labor de intervención sonora de la dramatización radiofónica del relato de White a cargo de la actriz Lilia Aragón.

El siguiente episodio aborda otro tema predilecto de los autores de ciencia ficción, la advertencia, la profecía entendida como fábula con moraleja. Como afirman los autores de la serie, además de contar con escritores malos y simplistas, hay muchos otros de valía como Bradbury, Arthur C. Clarke, Brian W. Aldiss, aunque no habría que perder de vista las contribuciones esporádicas de otros como Howard Fast, John Steinbeck y Bertrand Russell. Pacheco y Monsiváis lo ilustran con “Esplendor planetario”[15], cuento inédito entonces en español, del filósofo y premio nobel de literatura (1950), Bertrand Russell. Este relato se halla en la estela de dos ejemplos mayores de ficción científica que denuncian “el peligro inminente en ciertas estructuras políticas”: Un mundo feliz (1932) de Aldous Huxley y 1984 (1949) de George Orwell.

La sexta emisión aborda el reto que todo escritor que se interese por el género de ficción científica está emplazado a asumir para demostrar el grado de su pericia: el viaje a través del tiempo. El dilema a resolver lo propuso H.G. Wells con su novela corta La máquina del tiempo (1895). A partir de entonces los escritores de ciencia ficción han propuesto soluciones de todo tipo para las aventuras de sus personajes en las diversas dimensiones temporales; “por desgracia, al público le llegan las hazañas entre ayer y mañana de Trucutú, Superman o Flash Gordon y se ignoran las serias y responsables incursiones literarias de autores como Edmond Hamilton, Oliver La Farge, etc.”, concluyen Monsiváis y Pacheco, antes de presentar un cuento sobre un viajero del siglo XX al XXX, que destaca por su solución humorística, ingrediente por lo regular fuera del espectro de los viajes temporales que más bien inclina a los literatos a severas advertencias trascendentales sobre el destino de la humanidad. Mack Reynolds las evita con buenas dosis de ironía en su relato “El negocio, como de costumbre”[16].

La ciencia ficción goza de representantes de todos los registros y los escritores mexicanos se propusieron presentar en su serie radial no sólo a los clásicos consagrados sino también dar a conocer otros casos menos conocidos aunque de valía equivalente. Es el caso de Fredric Brown, el autor que presentan en el séptimo programa y que destaca por sus minificciones, esto es, relatos muy breves en los que, ante todo, se imponen el ingenio y el juego de la imaginación, aplicadas a los temas clásicos de la ciencia ficción.

Otra de las características del estilo del autor de Cincinatti es su ironía, su renuncia a seguir los pasos solemnes y admonitorios, casi en tono de sermón, de sus antecesores como H.G. Wells; para Brown no hay metafísicas ni trágicos destinos que le obliguen a sacar conclusiones sobre el destino de la humanidad, sino más bien un público inteligente al que hay que se debe sorprender con soluciones ingeniosas. Con tres minificciones, “Solipsista”, “Modelo”[17] y “La pesadilla en el tiempo”[18], de igual número de tópicos clásicos de la ciencia ficción (cosmogónico, la destrucción de la Tierra y el problema del tiempo, respectivamente), reivindican la importancia de difundir a un autor cuyo principal recurso es el humor.

En la emisión dedicada a H.G. Wells, se comenta el hecho de que la literatura de ciencia ficción es casi exclusivamente anglosajona, creada en los países de integración puritana, básicamente, Inglaterra y Estados Unidos. Sin embargo, en el cursillo se apuntan ejemplos en otros idiomas, desde el griego y el latín clásicos, hasta el francés y el checo. En el octavo programa se pone un buen ejemplo de ciencia ficción en español, el cuento “La gran guerra”[19] del escritor de origen europeo exiliado en México, Max Aub.

El escalofriante cuento de Aub narra la rebelión de las serpientes, cuya invasión e inteligencia inicia en el norte de México desde donde parte un ejército de más de 100 millones de ofidios para asolar Estados Unidos, país que termina arrasado por la inclemencia de las sierpes. A nivel formal, el cuento de Aub está dividido en tres partes, la primera de ellas narrada por las propias serpientes cuyo discurso es una especie de oración en el que algunas frases se repiten de modo simbólico, imitando su ondulante movimiento.

“La gran guerra” es una especie de mezcla del género más amplio de la literatura fantástica con la ciencia ficción, aunque no faltan los críticos que lo colocan en exclusiva en los terrenos del primero. La mezcla de géneros, un tema de moda en la teoría literaria contemporánea también conocido como “hibridación”, es lo que Pacheco y Monsiváis abordan en el noveno episodio. En especial lo dedican a la ciencia ficción de horror, cuyos antecedentes son Edgar Allan Poe y H.P. Lovecraft. “Los mitos de Cthulhu de Lovecraft, evocan a los habitantes de una raza espacial que llegó a la Tierra hace millones de años, fue destruida y ahora amenazan con recobrar su poderío. Si bien típica literatura de horror, los relatos de Cthulhu tienen el marco convencional de la ciencia ficción”, detalla el narrador de este episodio.

Otro representante de esta mezcla afortunada entre la ciencia ficción y el horror es el ya mencionado Ray Bradbury, quien los mezcla con acierto en Crónicas marcianas y El hombre ilustrado. Otra obra que mencionan Pacheco y Monsiváis como obra maestra de la hibridación de esos géneros es Soy leyenda (1954) de Richard Matheson. Las reflexiones que los intelectuales mexicanos realizan a propósito de la mezcla “natural” de estos dos géneros en la novela de Matheson, merecen atención. La ciencia ficción, infieren, es pesimista por naturaleza, “el porvenir tiene que ser terrible, impío, puesto que no lo hemos de vivir, razona el sano egoísmo contemporáneo. El futuro es la pesadilla, si desarrollamos lógicamente los elementos destructivos de hoy.” El cuento que eligieron los autores como ejemplo breve de esa fértil mezcla es “La larga noche”[20] de Ray Russell.

En la penúltima transmisión, se da lectura a un fragmento de la célebre carta que Albert Einstein dirigiera al entonces presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, el 2 de agosto de 1939. En ella advertía de los nuevos descubrimientos científicos en Francia y Estados Unidos que posibilitaban la fabricación de la bomba de reacción nuclear de uranio. Seis años más tarde, el anuncio de Einstein se hacía realidad sobre las poblaciones japonesas de Hiroshima y Nagasaki. A la distancia de los casi 50 años que nos separan de la transmisión de la serie, resulta revelador del ambiente que se respiraba entonces, cuando la crisis de los misiles en Cuba había tenido su momento más álgido en octubre de 1962.

Aunque no se hace referencia explícita a este evento en el que la humanidad estuvo más cerca de una guerra nuclear que nunca, la amenaza de la destrucción total se convierten en el telón de fondo que concluye con una pregunta retórica planteada por los autores: “la ciencia ficción ¿es un género evasivo? No siempre”, y para demostrarlo, realizan la última representación radiofónica de la serie con el cuento “Shelter” (“refugio”, en inglés), atribuido por el narrador a Boyd Kopeck, “inédito en español, como todos los traducidos en esta serie”, aunque en realidad se trata de un seudónimo de José Emilio Pacheco como ya comentamos en la introducción. Es el segundo ejemplo presentado en la serie de un cuento de ciencia ficción escrito en español.

El programa 11, el último del cursillo, está dividido en dos partes. Si bien la serie se remontó a los orígenes de la ciencia ficción para después presentar textos próximos a 1964, falta hacer un recorrido breve por los autores más conocidos que no fueron citados en los programas anteriores. Esta primera parte sigue de modo casi literal la final del ensayo de Monsiváis “Los contemporáneos del porvenir” al que nos referimos en la introducción (véase nota 6), titulada “El hit parade de la ficción científica”, en la que Monsiváis recoge los nombres y obras de Karel Capek, George Orwell, Aldous Huxley, Theodore Sturgeon, H.P. Lovecraft, John Wyndham, Frederick Pohl y C.M. Kernbluth, Arthur C. Clarke, Robert Heinlein, Isaac Asimov, C.S. Lewis, Alfred Bester y Olaf Stapledon.

La segunda parte es un balance, una especie de “corte de caja” de la ciencia ficción a comienzos de 1965. Se advierte de sus retos y peligros. Dentro de los primeros está el hecho de que el campo científico se ha convertido en un panorama muy complejo, mucho más de lo que lo fue para Julio Verne. Resulta improbable que una sola persona pueda abarcarlo y encima, crear obras al alcance de un público amplio, sin la cultura científica y técnica suficiente para poder comprender las nociones básicas que hay en objetos de uso común, como por ejemplo, la televisión. Entre los peligros se cuenta el de la dispersión del género, que le resta especificidad y diluye la forma que le otorgaba sentido, esto es, la forma en que construye su plausibilidad y verosimilitud sobre elementos científicos sólidos.

Los autores de ciencia ficción carecen de los conocimientos científicos al grado que el género exige, sugieren Pacheco y Monsiváis, mientras que los expertos científicos que poseen esos conocimientos, son por lo regular incapaces de creaciones literarias solventes, pues suelen ignorar todo lo que no sea su campo de especialidad. Así, la imaginación de planetas y épocas lejanos, encubre la incapacidad de los autores para imaginar de modo coherente, “conforme a las exigencias de la ciencia, los planetas o las eras más próximas.” Otra coartada es la de inventar la ciencia del futuro, intentando así atajar lo que se ignora de la ciencia del presente. La excepción sería la de Isaac Asimov, novelista y divulgador científico notable.

Monsiváis y Pacheco fechan en 1964 el inicio de la divulgación “masiva” de la ficción científica en Hispanoamérica con editoriales como Minotauro de Buenos Aires, que tradujo a Ray Bradbury al español además de iniciar en septiembre de 1964 la publicación de una revista antológica compuesta de textos de la célebre Magazine of Fantasy & Science Fiction. Se cita también el caso de Crononautas revista de ciencia ficción mexicana editada por Alejandro Jodorowsky y René Rebetez de la que sólo aparecieron dos números en 1964, por cierto, en el primero se volvió a publicar el ensayo “Los contemporáneos del porvenir” de Carlos Monsiváis. Termina el cursillo preguntándose si será buena o mala para los escritores latinoamericanos la influencia que estos acontecimientos puedan tener en su imaginación. Lo dejan al campo del secreto y la magia del futuro característicos de la ciencia ficción, un futuro que para nosotros, 50 años más tarde, ya fue.

Cuando el destino nos alcanzó

Son muchas las reflexiones que se pueden hacer tras la escucha atenta y la investigación a partir de la serie original de 1964-1965, El mundo de la ciencia ficción. En primer término, adviértanse sus limitaciones, por principio de cuentas los programas son cortos, no rebasan los 12 minutos en promedio y luego, el panorama editorial no gozaba de los actuales beneficios de una circulación más amplia y rápida, potenciadas con internet. Una objeción que se puede hacer por ejemplo, es la casi total ausencia de ciencia ficción soviética y los países del este de la Cortina de hierro, con autores importantes como el polaco Stanislaw Lem.

Sin embargo, la serie sigue siendo interesante de escuchar, sirve bien como introducción a pesar de los 50 años que cumplirá en diciembre de 2014. Cumple a cabalidad con su objetivo declarado. Las informaciones y valoraciones que presenta fueron realizadas por dos personajes que son referentes obligados del paisaje cultural nacional, de los que poco se conoce esta aproximación apasionada que les llevó incluso a seleccionar y traducir textos que permanecían inéditos en español.

Como primera aproximación, es una buena referencia, aunque por supuesto, falta completar el paisaje de la ciencia ficción que en los últimos 50 años ha evolucionado, evidentemente. Lejos de desaparecer, como Pacheco y Monsiváis advertían que podía suceder, resurge el interés por la ciencia ficción en las nuevas generaciones[21], ávidos sus integrantes por convertirse en paradójicos crononautas dispuestos a viajar hacia atrás para descubrir las claves del futuro.

[1] Aunque la voz femenina de la cortinilla para la transmisión en 2011, anuncia que la serie es de 1963, las versiones originales, que incluyen material anterior y posterior a lo que se difundió, especifican la fecha de cada emisión, además de diversas alusiones dentro de la serie misma que permiten confirmar las fechas aquí consignadas.

[2] En entrevista con Emiliano López Rascón, subdirector de producción de Radio UNAM y coordinador de la intervención sonora de la serie, especificó que el material original quedó íntegro, sólo se le adicionaron sonidos para su “actualización”. Ello fue corroborado por quien esto escribe ya que dispuse de los audios originales y los intervenidos.

[3] Agradecemos en especial a Fernando Chamizo, director de la radiodifusora, a Carmen Limón, directora de Evaluación, planeación y programación, a Yolanda Medina, jefa de Fonoteca y a Emiliano López, las atenciones recibidas así como las facilidades otorgadas para realizar esta investigación. Un primer acercamiento fue publicado en la revista Alternativo (número 6, abril 2013). La serie está disponible en:

http://www.radiounam.unam.mx/index.php?option=com_k2&view=item&id=159:su-cursillo-el-mundo-de-la-ciencia-ficci%C3%B3n&Itemid=564

[4] Ver http://www.jornada.unam.mx/2010/06/20/index.php?article=009a2pol§ion=opinion

[5] Cfr. Cadena, Agustín: “Medio siglo y los sesenta” en Casa del tiempo (septiembre de 1998), UAM, México. Consultable en línea en: http://www.uam.mx/difusion/revista/septiembre98/cadena.html. Y Pereira, Armando: “La generación del medio siglo: un momento de transición de la cultura mexicana”, Literatura mexicana (Vol. 6, No. 1, 1995), Centro de Estudios Literarios-Instituto de Investigaciones Filológicas, México. Se puede descargar en pdf de: http://www.revistas.unam.mx/index.php/rlm/article/view/29474

[6] El diario Milenio reimprimió “Los contemporáneos del porvenir” (publicado originalmente en Medio Siglo, 2da época, enero-marzo/ abril-juniode 1958) en su edición del 26 de junio de 2010, siete días después del fallecimiento del escritor.

[7] Véanse en especial la p. 11 de la introducción y consúltese el cuento en cuestión en las páginas 90-92.

[8] De facie in orbe lunae (70 d. C.).

[9] Son dos los textos de Luciano considerados los antecedentes más claros de la ciencia ficción, la Verdadera historia y el diálogo Icaromenipo. Los interesados pueden consultar el texto íntegro de ambos en http://historiantigua.cl/wp-content/uploads/2011/07/Samosata-Luciano-De-13-y-14-Relatos-Veridicos.pdf, y en http://es.scribd.com/doc/38105727/LUCIANO-Icaromenipo-Bilingue.

[10] La única novela del astrónomo fue publicada de manera póstuma en 1634 con el título de Somnium sive Astronomia lunaris (El Sueño o Astronomía de la Luna).

[11] Publicada póstumamente en 1638 con el seudónimo de Domingo Gonsales, The Man in the Moone: or a Discourse of a Voyage thither (El hombre en la Luna o una disertación sobre el viaje hasta allí).

[12] Aunque ese título es el que se cita, podría tratarse de su novela El descubrimiento austral o El dédalo volador (1781).

[13] En la entrada H.G. Wells de la Wikipedia se atribuye una frase al propio escritor aunque no se cita la fuente: “Yo hago honradamente lo que puedo por evitar repeticiones en mi prosa y cosas así pero, quitando un pasaje de altura, no veo el interés de escribir por la belleza del lenguaje sin más.”

[14] Como se comenta en la emisión, el cuento fue recopilado por su autor en el libro Quo Vadimus? (1939), tras su publicación inicial en el New Yorker (25 de noviembre de 1933). Una versión diferente de la traducida por Pacheco y Monsiváis, puede leerse en: http://www.montevideo.com.uy/nottiempolibre_12001_1.html.

[15] Publicado con el título original de “Planetary Effulgence” en el semanario inglés New Statesman en 1959 y recopilado dos años después en el libro Fact and Fiction. También apareció en volúmenes recopilatorios como Merrill, Judith (ed.): The Year’s Best S-F, 8th Annual Edition. New York, Dell, 1964.

[16] Publicado con el título original de “The Business, as Usual” en The Magazine of Fantasy & Science Fiction (junio de 1952).

[17] Aparecieron por primera vez en volumen Angels and Spaceships (1954) con los títulos “Solipsist” y “Pattern”, respectivamente.

[18] Publicado con el título de “Nightmare on Time” en la revista The Dude (mayo 1961) como parte de las “Five Nightmares”, y ese mismo año, en el libro de relatos Nightmares and Geezenstacks renombrado como “The End”, que es como se le conoce en la actualidad.

[19] El relato de Max Aub cierra su libro Cuentos mexicanos (con pilón). UNAM, México, 1959. En 1990 mereció una reedición en la tercera serie de las Lecturas mexicanas editada por Conaculta. Se puede leer en línea en http://litfile.net/web/173033/102098-103203

[20] Apareció por primera vez en 1961 con el título original de “The Long Night”.

[21] El interés contemporáneo mucho debe a las buenas adaptaciones y creaciones cinematográficas de autores como Philip K. Dick o J.G. Ballard.