Qué bueno es tener oportunidad de ver una buena película que sirva como necesario antídoto contra la aglomeración de blockbusters hechos en serie que los cines nos han recetado todo este verano. La Delgada Línea Amarilla es uno de esos antídotos, pues su fresco tema aunado a su valioso mensaje la convierten en una de las mejores muestras de cine mexicano que he visto en tiempos recientes.
Y es que, con La Delgada Línea Amarilla, al cineasta Celso García se le adivina un gran futuro. Con esta su ópera prima, la acogida que está recibiendo después de presentarse en festivales como el de Guijón, Guadalajara y San Diego, así como las múltiples nominaciones en la pasada entrega de los premios Ariel ha sido bastante aceptable, pues se hace evidente el estupendo trabajo que hay detrás, empezando por el guion, así como un sensacional ensamble de actores, entre los que se encuentran Damián Alcázar, Joaquín Cossío, Silverio Palacios y Gustavo Sánchez Parra.
La cinta nos narra el viaje de cinco hombres que son contratados para pintar la línea divisoria de una carretera que conecta dos pueblos de México. A bordo de una vieja camioneta, inician el trabajo de más de doscientos kilómetros de asfalto y pintura amarilla que deberán completar en menos de quince días. Cinco solitarios que, por azares del destino, se unen con el único propósito de ganar unos pesos, pero sin buscarlo, este viaje cambiará su manera de ver y entender la vida.
De entrada, la película retrata desde las situaciones del México actual, como el desempleo, hasta la dificultad de encontrar una guía en tu vida incluso cuando ya eres un adulto mayor, pero lo mantiene firmemente a nivel humano al centrar su atención en estos cinco personajes cuyas personalidades se encuentran perfectamente definidas.
No quiero revelar mucho sobre la trama porque es maravillosamente impredecible en su desarrollo, y a la vez previsible por su sencillez narrativa. Su principal fuerza radica en la precisa alegoría que hace sobre la soledad y la amistad. Sin temer el uso del humor para enfatizar los puntos que toca, el guión mantiene la delgada línea (¡ja!) entre el drama y el sutil mensaje, siempre aprovechando el elemento humano para dar contexto a las grandes cuestiones de nuestra sociedad.
Las actuaciones son muy competentes, y aún más lo es la selección del elenco, que busca facilitar la identificación de los personajes con parte del público. La dirección de García sin duda logra mantenerse al margen y, sin gran lucimiento propio, orquesta todos los elementos para que el guión y actores hagan lo suyo. También de aplaudir es el uso de locaciones reales, donde la carretera infinita, así como los pueblos que visitan esporádicamente le dan un plus a la trama entera.
Sin gran solemnidad, pero sin caer en la ligereza, La Delgada Línea Amarilla transmite con eficiencia su mensaje, bien fundamentada en su entretenida historia y en sus bien dibujados personajes. Definitivamente recomendada para todos, especialmente para quienes están cansados de las “películas evento” y de los vacíos dramas que pululan en la cartelera semanal.
Por Cuauhtémoc Ruelas
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