El Viaje más Largo

Diez minutos después de que comenzó El viaje más largo empecé a sentir cierta inquietud… ¿sería posible? ¿Realmente me podría estar gustando una adaptación de Nicholas Sparks?

Media hora después, toda duda se había disipado. Y la respuesta, claramente, es “No”.
Desde luego, El viaje más largo se hizo con la intensión de agradar a las audiencias que disfrutan del más idealizado drama romántico, y sobre todo de las telenovelas, resultando en un producto absolutamente predecible y terriblemente tedioso.
La trama nos presenta a Luke Williams (Scott Eastwood), un antiguo campeón de rodeo que intenta volver a triunfar, y Sophia, (Britt Robertson) una universitaria que está a punto de cumplir su sueño profesional, como pasante en una prestigiosa galería de arte de Nueva York. Es así que en la noche en que ambos van conociendo sus intereses e ideales de la vida, estos son testigos de un inesperado accidente de donde rescatan al misterioso anciano Ira (Alan Alda). De esa manera, poco a poco Sophia va descifrando la historia de Ira por medio de una serie de cartas que guardaba y donde las memorias de su amor vivido hace décadas con su maravillosa mujer inspirará profundamente a la joven pareja. Saltando generaciones e intercalando dos historias de amor, seremos testigos de cómo Luke y Sophia trataran de superar sus temores y luchar por su amor.
Tan melodramático como suena, así es la historia y desarrollo de la película. Se tocan sin falta todas las bases del moderno género romántico (y del antiguo) los cuales hemos visto en incontables películas, por lo que será fácil adivinar todo lo que ocurre en ella. Incluso el final, que pretende ser inesperado, y se siente tan irrelevante y totalmente arbitrario.


Y antes de que se malinterprete esta crítica, no tengo nada en contra de que se adapten las novelas de Nicholas Sparks. En serio. Digo tampoco he leído su obra y no pretendo hacerlo. Pero las historias que vemos en pantalla sobre este autor, como ha ocurrido con A Walk to Remember, The Note Book o Dear John, solo por mencionar algunas, son tan pobres y de argumentos tan mediocres que da pena ajena verlas. Sé que su público es mayormente femenino, pero incluso películas dirigidas al mismo mercado meta, han resultado mucho más imaginativas y divertidas.
A fin de cuentas, supongo que los fanáticos de este autor o del género romántico serán incondicionalmente fieles, y quizás disfruten de El viaje más largo, la cual no busca llegar más allá de un mero pasatiempo que cumple insípidamente su cometido de ocupar dos horas en la gran pantalla, pero que es fácilmente olvidada al salir de la sala, mas que las palomitas de maíz.

Por Cuauhtémoc Ruelas / Twitter: @esquinadelcine