Una de las preguntas eternas dentro del cine que pretende relatar un hecho verídico es: ¿Dónde acaba la licencia dramática y comienza el revisionismo histórico? Desde luego eso sucede con 13 Horas: Los Soldados secretos de Bengasi, pero luego de un rato me di cuenta de que la respuesta es irrelevante, por lo menos dentro del cine. Si es difícil creer lo que dicen los medios informativos (supuestamente fundamentados en “la verdad”), con más razón debemos dudar de un medio como el cine, tradicionalmente dedicado a manipular la historia y crear ficción para entretenimiento del público. Por eso, quien pretenda recibir lecciones de historia viendo una película, estará cayendo en un penoso error. Y aunque aprecio mucho la propuesta de ideas mientras veo una película, es indudable que su motivación principal es entretenernos. Por eso, independientemente de su rigor, o de su veracidad al retratar eventos reales, 13 Horas: Los Soldados secretos de Bengasi es una película razonablemente recomendable.
Pero empecemos por el principio… la cinta gira en torno a la noche del 11 de septiembre de 2012, en el aniversario de los ataques terroristas a las Torres Gemelas y al Pentágono, un grupo de militantes islamistas atacaron un complejo diplomático estadounidense y un anexo cercano de la CIA en Bengasi, Libia. En dicho ataque mataron a cuatro estadounidenses, incluido al embajador de Estados Unidos, John Christopher Stevens.
De ese modo un equipo de seis hombres de Operaciones Especiales de Estados Unidos, formado por ex Navy SEALs y operarios de la CIA, son enviados en defensa de los estadounidenses restantes que todavía quedaban con vida. Liderados por el jefe de la CIA (David Costabile), el equipo de duros militares está conformado por Jack Silva (John Krasinski), un ex-marine que llega a Bengasi para unirse a Tyrone Wood (James Badge Dale), Mark “Oz” Geist (Max Martini), Kris “Tanto” Paronto (Pablo Schreiber), John “Tig” Tiegen (Dominic Fumusa) y Dave “Boon” Benton (David Denman). Así, presenciamos los esfuerzos de este grupo de rudos hombres por permanecer vivos en medio de los más férreos ataques que durante 13 horas tuvo en jaque tanto a los combatientes como a los funcionarios atrapados en dichas instalaciones.
Al igual que en algunas previas películas de Michael Bay (Pearl Harbor, por ejemplo), los elementos de acción se respaldan con un drama personal, que pretende darnos un centro emocional para que logremos “humanizar” la devastación. Pero cuando dicho centro emocional es tan ridículamente predecible como el de 13 Horas: Los Soldados secretos de Bengasi (los militares norteamericanos que demuestran su valía por medio de un acto heroico, o bien los manipuladores momentos en los que cada de ellos habla con sus familias antes del imprevisto ataque) usualmente la película se desmorona. Sin embargo, el despliegue de magia técnica (digital y práctica) con el que se plasman las increíbles imágenes de destrucción y catástrofe es sencillamente arrollador, y no pude evitar el dejarme llevar por el espectáculo, a pesar de que al principio no tenía interés alguno en los personajes y sus tragedias.
En ese aspecto muchos críticos se han quejado de los elementos patrioteros que contiene, incluso acusándola de contener una evidente postura política a favor de los republicanos. Yo, por el contrario, siento que, durante el desarrollo de la cinta, esta se las arregla para convincentemente cuestionar los criterios que usa el ejército para tomar decisiones de vida o muerte bajo condiciones terribles, cuyas consecuencias, a corto y largo plazo, son difíciles de contemplar. Claro, es innegable (y sobre todo viniendo del otrora director de Transformers) que esta historia se respalda de cierto patriotismo, pero al menos Bay, encuentra un precario balance, dando su lugar al ejército norteamericano, y a los mercenarios “voluntarios”, así como las tropas enemigas. Y si bien esto podría parecer mera “corrección política”, destinada a evitar ofensas étnicas, una afortunada consecuencia es que las combinaciones de esos puntos de vista añaden cierta diversidad a la obra, invitando al análisis de estos eventos en el contexto histórico de ambas naciones.
Sin embargo, como dije antes, no es necesario profundizar demasiado en estos asuntos para pasar un buen rato con 13 Horas: Los Soldados secretos de Bengasi. Las actuaciones son generalmente buenas, así como la fotografía y los escenarios, los cuales reflejan vivamente el contexto de Libia. Las escenas de batalla son épicas, pero bien respaldadas por los momentos íntimos de duda, temor y valor de los soldados. Y aunque el nivel de violencia es bastante moderado, y por lo tanto poco realista, puedo comprender que se ha hecho así para no limitar la audiencia de la cinta a sólo adultos.
Finalmente, no se puede negar que tiene numerosas fallas, pero el hábil elenco, los majestuosos escenarios, y las dinámicas escenas de batalla contribuyen a que 13 Horas: Los Soldados secretos de Bengasi sea una competente obra que se puede recomendar, a pesar de su lenta narrativa y su revisionismo histórico. Pero los historiadores fanáticos, mejor absténganse de verla, o arriésguense a presenciar, como siempre, la versión Hollywoodense de los hechos.
Por Cuauhtémoc Ruelas
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