El Tona y Mayita
Tednurismo
“Cásate con un arqueólogo. Cuanto más vieja te hagas, más encantadora te encontrará.” Agatha Christie.
Cuando fui a la boda de Tacho con Ana Laura la del ocho (espero no haber revelado ningún secreto), de puro relajo me formé a “la atrapada de la liga de la media de la novia” (según una leyenda milenaria, el varón que atrapa la liga está predestinado a casarse). La liga me cayó y la patee lejos de mí, porque las bodas me aterran. Días después terminé casado con la actriz tabasqueña, tropical y fantasiosa, Maya Mazariegos. ¿Casualidad, maldición, leyenda milenaria? Sabe. El caso es que el 2 de noviembre, Día de los Muertos, nos dimos los anillos.
Durante este año que culmina, por reveses del destino, me vi atraído hacia la filosofía y, poco a poco, mediante doctas lecturas, surgió en mí el Diversionismo (escuela filosófica de mi absoluta invención y que muy pronto patentaré), cuyo principio es la búsqueda de la diversión en toda actividad y ocio, como necesidad esencial del Ser. Mayita y yo somos estudiantes, practicantes y divulgadores del Diversionismo y por eso nos casamos, para divertirnos, y porque nos amamos. No fue una boda de pastel con invitados, ni mesa de regalos ni “Víbora de la mar” ni “la atrapada de la liga de la media de la novia” porque fue espontánea. Ella me dijo: “¿Crees que ha llegado la hora de casarnos?” y yo le respondí: “No. Esperemos diez minutos”, pasados los cuales fuimos por ese vino y ese lechón del Mesón del Cid (que representa a Porky, porque Porky es el amo de la diversión que nos hace gozar, y Porky es nuestro Rey).
Nuestra boda surgió de manera natural porque Maya y yo embonamos como anillo (de bodas) al dedo, pues somos dos muñequitos surrealistas y estrambóticos. Hagan de cuenta como Chucky y La Novia de Chucky pero con una mezcla de Ternurismo y Diversionismo, como si fuera Ted y La Novia de Ted (inexistente filme sobre la pareja de ese oso si se pasoneara con Flash Gordon). Pasar del estado soltero al casado es pasar de un stand up (comedia de monólogo) a un sit com (comedia de situación), sobre todo en el capítulo donde le dimos hospedaje a Víctor Vallejo (estrella invitada, del cual me divorcié en los 90, en otro sit com). Ahora bien, el hecho de que no nos hayamos casado como “la cumbre de la realización psico-social judeo-cristiana”, no significa que nuestro matrimonio no sea válido, porque lo que hace real un matrimonio, un noviazgo, una amistad, son las ganas de estar juntos. Por eso bailamos.
En cualquier momento del día me dan ataques de baile y a mi esposa le pasa lo mismo. Me daba miedo vivir con un ser extraño, que en cualquier momento le patinara el coco y quisiera acuchillarme, pero con ella me divierto. Le gusta peinarme con gel y yo hago guiones para que los actúe con Alejandro Belmonte y una modelo: Tigre, no te vayas (bajo la dirección de Maira Bautista Newmann, coming soon). Mayita quiere hacerme mejor persona y conversamos cosas profundas (creo que los más beneficiados con nuestro matrimonio son los vecinos chismosos, pues ahora digo cosas en voz alta, demasiado alta, para ser exactos, gritos, y así todos se enteran de mis intimidades).
Rogelio Hernández (afamado defensor de periodistas) me dijo una vez que me haría bien casarme para tener “quien me pusiera frenos”. Pegué el grito en el cielo: “¡Cristo parado! ¿Frenos a mí?”. Ahora me doy cuenta de que Rogelio tenía razón. Cuando uno vive solo demasiado tiempo no se percata de lo insolente que uno puede llegar a ser. Los seres vivos que cotidianamente cohabitan conmigo son plantas (que se alimentan con agua de hielo derretido con residuos de mezcal y Be Light de toronja), que aunque respiran y sienten, no hablan, así que no puedo escuchar sus reproches cuando soy desconsiderado.
Mayita Mazariegos respira y siente y baila y habla y cuando me emborracho digo insensateces y mi esposa llora y eso ya no es divertido. Mayita, si lees esto: ya no voy a ser un marido malvado y sin perdón. Vuelve a casa con tus hijos que te esperan (en lo que te fuiste tuve triates). El Divertidismo me condujo al Tednurismo, y sea lo que signifique eso voy a comprarte un peluche tipo Ted, como marido outosourcing, para que lo abraces sin que tenga que lavarse los dientes, aunque no ronque para ti, porque yo te amo y bailo rocanrol. Claro, salvo que ya no te divierta, pues entonces sí pareceríamos matrimonio de los que asustan. Besitos.
Por Rafael Tonatiuh.


